En la actualidad es difícil sentarse a tomar una taza de café con una amiga y platicar con cordialidad como se hacía en antaño. Promovíamos ese tipo de encuentro porque nos interesaba conversar amenamente, intercambiar ideas y escuchar consejos de los seres queridos. Hoy estamos sentados a la mesa y no pasa mucho tiempo sin que alguien se levante para atender su teléfono celular.
La gente joven ya no sabe lo que es sentarse tranquilamente, escuchar música y disfrutar de la compañía de los seres que apreciamos. Hoy, la prioridad es chatear, atender los mensajes y las llamadas telefónicas. Además vemos cómo nuestro idioma se degenera con nuevas palabras y nuevos modismos derivados del uso del aparato. Como adultos debemos dar el ejemplo, sugerencias y normas a niños y jóvenes en cualquier ámbito que nos corresponda hacerlo. Además tomar algunas acciones concretas, como regular el uso del teléfono celular, para no permitirles a los adolescentes usarlo a altas horas de la noche, salvo en casos de emergencia.
Es de mala educación sentarse a la mesa a degustar los alimentos y atender el teléfono al mismo tiempo. Con esto el mensaje indirecto es que es más importante la conversación a través del aparato, que la sana convivencia con los seres queridos.
Debemos evitar hablar por teléfono en voz alta en reuniones sociales o familiares, en especial si el tema es delicado. Además es de mal gusto ventilar problemas personales en público.
En el templo o la iglesia debe apagarse, ya que interrumpe la devoción y la solemnidad de los actos religiosos.
En el teatro, el cine o en actividades culturales está prohibido su uso.
Respeta los avisos de 'Apague el celular', especialmente en lugares como hospitales, bancos y gasolineras.
Mientras conduces evita hablar por teléfono, este tipo de distracción provoca accidentes.
El uso inteligente de los adelantos tecnológicos nos hace personas educadas, respetuosas y un buen ejemplo para los más jóvenes.
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