Cuando uno debe ganarse el sustento de la vida, día a día detrás del timón de un carro de concho en la selva de cemento y asfalto que es la provincia Santo Domingo, se piensa que las cosas no pueden empeorar, pero sí pueden, y si se es mujer más. Para Miguelina Ramos de los Santos, de 60 años, de los cuales unos 29 los ha dedicado al único oficio que conoce para ganase la vida, el concho, las cosas no podrían empeorarse más ya que ahora tiene, como si fuera poco, que montar pasajeros por mas tiempo para intentar salvar la vida de uno de sus hijos, que padece cáncer.
Llama la atención la situación de esta mujer, no solo por realizar un trabajo no tradicional (se considera “no tradicional” cualquier trabajo en el cual las mujeres representen 25% o menos del total de personal) si no también por la edad que tiene.
Con su baja estatura y un brazo más quemado que el otro, mientras conduce por el laberinto de callejuelas que hay que transitar para llegar a su casa, nos dice “siempre he trabajado para ganarme la comida y comprar lo que necesito. Ahora también debo hacerlo para salvar la vida de mi hijo”.
Se refiere a su único varón, Pablo Herrera de los Santos, de 29 años, quien es tratado en el hospital Luis E. Aybar (El Morgan), pero por no tener seguro médico, todo ha sido un calvario ya que debe pagarse lo mínimo que se necesite.
Su padecimiento es, un tumor maligno mesenquimatoso de retroperiteneo, por el cual debe hacerse un estudio liposocoma mitoxoide vs. Sarcoma de Swing extra-esquelético vs. linfoma vs. otros, el cual solo lo hacen en Semadoja y la Plaza de la Salud a un costo de 20 mil pesos, sin el cual no puede ser medicado.
Miguelina vive junto a su hijo en la calle Diagonal Primera número 19 de los Tres Brazos, en Canta la Rana. Aprendió a conducir en 1968 en una motoneta de tres ruedas. Su esposo, Bienvenido Pinales, que era parte de su soporte, murió hace mucho tiempo. Tiene otra hija, Marisol Ramos, casada y con cuatro hijos, y vive en Azua.
Con el rostro cansado y quemado por el calor que produce su destartalado carro, expresa que “estamos llenos de deudas. Mi casa hipotecada, y los electrodomésticos que compré poco a poco, todos han sido vendidos y empeñados. Solo soy chofer de carro público y madre soltera y no tengo ningún tipo de ayuda”.
Conduce un Toyota Corola del 1984, de la ruta 44c (Tres Brazos-Mega Centro), este vehículo le fue comprado con una recolecta que le hizo la comunidad, ya que su primer carro debió venderlo para atender deudas contraídas por la enfermedad de su hijo.
“Le pido a quien pueda y quiera ayudarme, que por Dios me ayuden a salvar la vida de mi hijo. He trabajado toda la vida, pero ahora mi esfuerzo parece inútil”, imploró De los Santos.
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