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lunes, 21 de abril de 2014

Carta de Silvio Rodriguez para Sonia


Aquella muchachita no parecía ser dueña de semejante voz. Uno se preguntaba de donde salía tanta fuerza, tanta belleza poderosa… Pero no sólo cantando imponía respeto. También era admirable escucharle sus argumentos de granito.
El compromiso con su pueblo era su estrella. No se apartaba de esa esencia. La historia de la República Dominicana, las invasiones que sufrió, sus mártires, sus poetas preclaros articularon su equilibrio, como persona y como artista.
Decía que su corazón latía dividid una mitad en su Quisqueya entrañable y la otra en su Cuba querida. Desde su primera visita se integró a mi generación de trovadores y siempre la sentimos como nuestra. Aquí la vi rendir teatros con su talento, que era aplaudido hasta el delirio. Al día siguiente llevaba el mismo arte a los obreros de una fábrica o a los macheteros, en los campos de caña.
En todas partes los que la conocieron la recuerdan por su alegría, por su compañerismo. Nunca podré olvidar que cuando llegué a Santo Domingo me brindó su casa. Tampoco que ella fue mi primer enlace con Pedro Mir. La recuerdo la noche memorable de aquel recital con Noel Nicola, en Casa de Teatro.  Por ella conocí al guerrillero Hamlet Hermann y a los cantores Víctor-Víctor y Luís Díaz, que desde entonces están entre mis amigos. En “7 días con el pueblo” la recuerdo valiente, cantando convicciones y desafiando la represión. Así se quedó impresa en mi memoria.
Un abrazo inmenso a sus familiares, porque son mis familiares; a sus amigos, porque son mis amigos; y a su pueblo dominicano, que también considero mi pueblo.
Gloria eterna a Sonia Silvestre.
Silvio Rodríguez,
La Habana, 20 de abril, 2014.

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